POR: Camila Loew
¿Si los hongos pudieran hablar, qué nos dirían?
Su lenguaje no está a nuestro alcance por ahora, ya que nos esforzamos demasiado en comprender sus misterios desde la perspectiva científica (poderosa pero limitada). La ciencia es un lenguaje de objetos pero los hongos son sujetos en sí mismos y se resisten a que los humanos los materialicemos. Sus caminos son escurridizos para nosotros; por mucho que intentemos materializarlos siempre hay algo que se nos escapa, ya que crean y habitan su propio universo. Nos gustaría adentrarnos en ese mundo y ver lo que nos depara. Ellos nos permiten echar un vistazo, pero eso es solo un atisbo de los muchos poderes que tienen en su interior.
Los hongos, concretamente el micelio (la parte vegetativa de los hongos que tiene forma de hilo), se conocen por crear una red de conexiones subterráneas. Frente a nuestra tendencia científica de separar y materializar, el micelio une muchas materias. No solo se comunican entre ellos, sino que permiten que todo un bosque sea capaz de comunicarse.
La etnobotánica anishinaabe y curandera indígena Keewaydinoquay Peschel escribió un tratado en 1978 sobre hongos, en el que explica el término Puhpohwee, que significa "crecer en estatura de forma repentina y silenciosa desde una fuente de poder invisible". El término es más común cuando nos referimos a los hongos, imagínate la fuerza con la que emergen de la tierra de la noche a la mañana. Sin embargo, este término no hace referencia exclusivamente a los hongos. Claro, no disponemos de un término en español para este significado, ¿por qué íbamos a tenerlo? Lo que no somos capaces de percibir no le ponemos nombre, pero ¿y si fuéramos capaces de emular la fuerza vital de los hongos? Crecer en silencio, de repente y en comunidad. Crecer juntos y no separados.
Porque ese es el secreto del micelio: permanecer unidos nos hace más fuertes y nos beneficia a todos.